(...) La misma que se lloró con lágrimas de zafiro, perdonándole todas sus malas artes, los escupos en el trago, los condones rotos, los exámenes AIDS falsificados de positivos, que llevaron al suicidio a varias depre-sidas. Sus artimañas para contagiar A medio Santiago porque no quería irse sola. «Es que tengo tantas amigas», decía. (...)